
Steven Pincay, (ADG).– Con una Eucaristía, presidida por el Nuncio Apostólico en Ecuador, Mons. Andrés Carrascosa, el lunes 25 de agosto se inauguró el VIII Sínodo Arquidiocesano de Guayaquil, bajo el lema “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”.
Después de 27 años, este acontecimiento marca un hito en la vida eclesial y social de la ciudad. El Sínodo no solo convoca a los fieles católicos, sino que también se convierte en un espacio de reflexión y diálogo con la sociedad en su conjunto, en un momento en que Guayaquil y el país demandan unidad, esperanza y compromiso frente a la pobreza, la violencia y la exclusión social.
El Sínodo convocó a laicos, diáconos, sacerdotes y consagrados, en unión con los obispos; para que la voz de familias, jóvenes, profesionales y agentes pastorales se una a la de ministros ordenados, expresando la riqueza de vocaciones y carismas presentes en la Iglesia local.
• Un proceso histórico y transformador
El último Sínodo Arquidiocesano fue convocado por Mons. Juan Ignacio Larrea Holguín en 1998. Esta VIII edición propone revisar las estructuras, fortalecer la misión evangelizadora y responder a los desafíos culturales, digitales y sociales de nuestro tiempo.
“El Sínodo no es un evento reservado a la Iglesia, sino una oportunidad para toda la ciudad. Busca promover una cultura de paz, justicia y solidaridad, ofreciendo signos de esperanza a quienes viven en situaciones de exclusión, migración, pobreza o violencia”, destacó el Cardenal Luis Cabrera, OFM., arzobispo de Guayaquil.
• Conclusiones que guiarán el trabajo del Sínodo
En las mesas plenarias se profundizarán tres grandes desafíos que buscan dar forma a una Iglesia sinodal y cercana a la sociedad:
✓ Fortalecer la comunión y la participación de las diversas vocaciones, carismas y servicios en la misión evangelizadora.
✓ Desarrollar una pedagogía de la escucha, el discernimiento y la toma de decisiones, iluminada por la Palabra de Dios, la Tradición y el Magisterio.
✓ Crear y fortalecer estructuras que hagan posible una verdadera vivencia sinodal, aplicando el método de la conversación espiritual como estilo de vida eclesial y comunitario.
En la sesión inaugural, el arzobispo de Guayaquil recordó que la tarea más importante de esta etapa del Sínodo será transformar en acciones y recomendaciones concretas las respuestas recogidas en la primera fase. “Nos aprestamos a vivir un nuevo Kairós en y para nuestra Iglesia guayaquileña. Jesús nos recuerda: el tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca (Mc 1,15). De nosotros depende ser canales de gracia o muros de obstáculo, puentes de salvación o barreras que oscurecen el camino. Es hora de decir a los pesimistas y apáticos que Dios sigue obrando de una manera sencilla, a través de quienes creen, esperan y aman con todo su corazón”, expresó. Su Eminencia concluyó invitando a los sinodales a recorrer esta etapa “con mente y corazón abiertos a las mociones del Espíritu Santo, y a responder, con alegría, valentía y generosidad a lo que Él nos pida para el bien de la Iglesia y de la sociedad”.
• Impacto en la vida social y comunitaria
Entre los frutos esperados del VIII Sínodo se encuentran:
- ✓ Una Iglesia más participativa, donde la voz de laicos, consagrados y clero, tenga un peso real en la toma de decisiones.
- ✓ Consejos pastorales y económicos fortalecidos, como espacios de discernimiento comunitario y de transparencia.
- ✓ Renovación en la formación y misión, con apertura a los entornos culturales y digitales.
- ✓ Diálogo abierto con la sociedad y otras tradiciones religiosas, en busca de fraternidad y bien común.
- ✓ Un compromiso concreto con los excluidos, como migrantes, enfermos, privados de libertad y jóvenes sin oportunidades. La Iglesia en Guayaquil reafirma que no está fuera ni por encima de la sociedad, sino dentro de ella como fermento, luz y sal está presente en la familia, la educación, la salud, la política y la economía. Su compromiso, a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia, es seguir anunciando el Evangelio de la vida, la equidad y la libertad, ofreciendo alternativas de esperanza en medio de los grandes retos del país.
El VIII Sínodo Arquidiocesano es un ejercicio de corresponsabilidad ciudadana y de búsqueda del bien común que trasciende lo religioso. Se trata de un espacio de diálogo y construcción colectiva, que invita a mirar el futuro con esperanza.